Parece ser costumbre que el tiempo no alcance para lo que queremos hacer. Uno ve como ante nuestros ojos todo lo que hacemos implica una totalidad que no hacemos, los economistas lo llaman "Costo de oportunidad", es decir, aquello a lo que debe renunciarse para obtener otra cosa.
Quizás por las cosas que he priorizado en el último tiempo (estudios, pololeo, descanso) he dejado de hacer algunas cosas (como postear más en este blog), pero no me arrepiento, por algo es que priorizo por esas 3 cosas antes que por otras. Lo que si, priorizar por ciertas cosas no implica necesariamente que deje de lado totalmente otras. Y por eso trato de publicar cosas acá cada cierto tiempo, mantener un blog vivo es, entre otras cosas, un compromiso.
Hay algunas cosas de las que me gustaría hablar (tengo una columna pensada hace rato a causa de una entrevista que le hicieron al ex-presidente Alwyn hace unas semanas donde dijo que los votos pertenecen a los partidos, cosa que me hizo rabiar y por la que quiero refutarlo)
Se que el dilema del tiempo es uno de mis karmas, cada cierto tiempo vuelvo a él, como un eterno retorno, y al igual que esas cosas que se me fueron quedando en el tintero (costos de oportunidad), ahora vuelvo al dilema del tiempo y como este no nos permite realizar todo lo que queremos...
Hace algún tiempo realicé que el tiempo es el peor enemigo del hombre: cada instante que pasa no se vuelve a repetir e implica un avance obligatorio por el que todo ser humano, cosa o animal, debe avanzar (estando conscientes de este avance sólo los primeros). Sabiendo esto y siguiendo el consejo de algunos amigos y profesores decidí gastar mi tiempo (porque el costo más grande de todas las cosas es el tiempo) en las cosas que a mi me gustan y las que realmente importan en este momento (estudios, estar bien yo mismo). En síntesis: aprovechar cada instante en lo que es mejor en dicho instante.
El tiempo, ese tic-tac incesante que no descansa nunca ni descansará jamás, ese agobiante pero a la vez excitante ser que nos obliga a vivir siempre al filo de las cosas porque, como la caja de bombones, nunca sabemos lo que nos va a tocar, nos invade siempre, hasta en los detalles más ínfimos. Y es por eso que vivimos, porque esos pequeños detalles que implica el día a día, que se hacen actores en el instante presente que deja de serlo apenas respiramos nuevamente y pasa a formar parte del baúl de los recuerdos, esos detalles que pueden hacernos felices o caer en la desdicha alimentan la necesidad del ser humano de saber qué pasará. La curiosidad del hombre que quiere conocerlo todo nos hace reir y llorar, nos hace soportar el sofocante e inalterable paso del tiempo...a pesar de que sintamos a veces que es rápidisimo o muy lento... a pesar de que sintamos que pasa en vano o que no nos permite hacer todo lo que queramos...
Al fin y al cabo, el tiempo es lo único cierto que hay allá afuera.
miércoles, 15 de agosto de 2007
Como ya es costumbre: El dilema del tiempo
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